El amor a los enemigos

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Jesús nos dice: «Amad a vuestros enemigos y rezad por vuestros perseguidores«. Y nuestra ley guía nos lo dice con otras palabras «La guía es amiga de todos y hermana de cualquier otra guía«

Una verdadera maestra en ésto, ya la conocéis, fue Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia. Te invito hoy a meditar su testimonio de amor.

El amor a los enemigos   (Manuscrito autobiográfico C 13 v°-14 r°)

Hay en la comunidad una hermana que tiene el don de desagradarme en todo. Sus modales, sus palabras, su carácter me resultan sumamente desagradables. Sin embargo, es una santa religiosa, que debe de ser sumamente agradable a Dios.

Entonces, para no ceder a la antipatía natural que experimentaba, me dije a mí misma que la caridad no debía consistir en simples sentimientos, sino en obras, y me dediqué a portarme con esa hermana como lo hubiera hecho con la persona a quien más quiero. Cada vez que la encontraba, pedía a Dios por ella, ofreciéndole todas sus virtudes y sus méritos.

Sabía muy bien que esto le gustaba a Jesús, pues no hay artista a quien no le guste recibir alabanzas por sus obras. Y a Jesús, el Artista de las almas, tiene que gustarle enormemente que no nos detengamos en lo exterior, sino que penetremos en el santuario íntimo que él se ha escogido por morada y admiremos su belleza.

No me conformaba con rezar mucho por esa hermana que era para mí motivo de tanta lucha. Trataba de prestarle todos los servicios que podía; y cuando sentía la tentación de contestarle de manera desagradable, me limitaba a dirigirle la más encantadora de mis sonrisas y procuraba cambiar de conversación.

Con frecuencia también… como tenía que mantener relaciones con esta hermana a causa del oficio, cuando mis combates interiores eran demasiado fuertes, huía como un desertor.
Como ella ignoraba por completo lo que yo sentía hacia su persona, nunca sospechó los motivos de mi conducta, y vive convencida de que su carácter me resultaba agradable.
Un día, en la recreación, me dijo con aire muy satisfecho más o menos estas palabras: “¿Querría decirme, hermana Teresa del Niño Jesús, qué es lo que la atrae tanto en mi? Siempre que me mira, la veo sonreír”. ¡Ay!, lo que me atraía era Jesús, escondido en el fondo de su alma… Jesús, que hace dulce hasta lo más amargo…

En Servicio

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Etimológicamente, servir procede del latín, «estar sujeto a«, «obedecer a«. El hombre, servus, es un esclavo. Pero desde el latín clásico, servire toma el significado de «ser útil para«. En latín medieval, el servicio es la relación jurídica que une al vasallo a su señor. También es el vínculo entre el hombre de Dios y su Señor, un hombre conectado al más alto servicio. Es también la Iglesia quien fue dando gradualmente a esta palabra su significado actual. La idea de la esclavitud desaparece en favor de un vínculo de hombre a hombre, tan fuerte en la época medieval. Este rodeo nos permite reflexionar sobre dos puntos fundamentales del servicio: el servicio implica una acción concreta – ser útil para – y un encuentro. El servicio es útil y el resultado de los vínculos humanos.

Una acción útil y concreta

El servicio es parte de nuestra vida de fuego. Puede adoptar diversas formas: desde fregar la vajilla en el gran juego para el rally de provincia, o el arreglo en casa de personas mayores, rehabilitación de hospederías de religiosas que cuidan niños … No hay servicio, por pequeño y sencillo que sea, que haya que despreciarlo. No hay servicio pequeño o grande, que sea verdadero o falso. Se puede, por el contrario, tener errores de apreciación en la elección del servicio.

En la base del servicio, debe haber una elección reflexiva. De hecho, tiene que ser tomado en función del tiempo, habilidades y destrezas de cada una, el número de personas disponibles, la naturaleza de este servicio. No hay necesidad de ir dieciocho a planchar a una anciana, o restaurar entre tres la hospedería de un monasterio. En ambos casos, reinarán el aburrimiento y la ineficacia.

Por otra parte, un servicio no se improvisa, se prepara. Es inútil ir un fin de semana a una comunidad de personas con discapacidad, si previamente no se han reunido con los cuidadores para conocerles. ¡Aun planchar implica saber planchar algo más que pañuelos! No se trata de hacer un servicio «porque hay que hacerlo en una actividad ruta.» Es preferible la calidad. Un servicio bien preparado y bien dirigido, por ello realmente útil, es mejor que diez olas BA («buena acción»») chapuceras.

Además, el quitar el polvo eterno de la iglesia puede cansar a más de uno. Pero hay equipos que necesitan este servicio para construir, en la sencillez, poner la mirada en las cosas pequeñas, etc. Nunca juzgues el servicio de las demás… Al correr detrás de los servicios extraordinarios, nos perdemos muchas oportunidades de ser realmente los servidores de nuestros hermanos.

Un encuentro humano

Pero más allá del acto en sí mismo, está el encuentro. Hemos escogido libremente servir a nuestro prójimo, fieles en la Ley Scout a los preceptos evangélicos. Por nuestra voluntad, nos hemos hecho vasallos de nuestros hermanos Es la razón por la que no podemos cerrar nuestro corazón a cualquier forma de servicio. La diferencia misma de los servicios abre nuestro corazón, nuestra inteligencia, nuestra mente. Es una puerta a un mundo nuevo, conociendo a las personas.

Porque el servicio no se hace de la nada. Se solicita por alguien. No se repinta una valla solamente: permite a las hermanas tener un monasterio acogedor.

Todo el mundo tiene el recuerdo de una conversación casual entre dos kilos de patatas para pelar, con alguien todavía desconocido ayer. Una conversación en la que se ha compartido la vida del otro, una idea, una aspiración, en la que hacer lo mismo, impulsados por una gracia que puede que no sepas. Por otra parte, no está claro quién recibe más. Y es en esta entrega al otro como nuestro servicio toma todo su sentido. Salimos de nosotros mismos. Ya no estamos centrados en nuestra pequeña persona. Lo que le permite crecer, de acuerdo con la ley de las paradojas humanas…

Las consecuencias de hacer un servicio son numerosas. En primer lugar, hacer el trabajo útil es bueno en sí mismo. A ello se añaden las riquezas humanas después: el descubrimiento de las habilidades manuales, dones de acogida, la escucha con una sonrisa, gusto por el trabajo bien hecho, la victoria contra el miedo personal, nuevas amistades … Es también una forma de unir al equipo a través de una acción conjunta hermosa. En cuanto a los que conocimos a través de este servicio, es probable que obtengan tanta felicidad y riquezas como nosotros, si hemos sabido combinar el gesto útil en el encuentro.